Martes 20 de Mayo de 2025

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20 de mayo de 2025

La historia de la argentina que sueña con el Mundial de taekwondo: cómo la muerte de su padre y la búsqueda de apoyo marcaron su camino

A sus 23 años Ivana Amores se convirtió en un ejemplo de resiliencia que busca representar al país en Croacia 2025

>Ivana Amores aprendió a pelear mucho antes de pisar un tatami. Aprendió a pelear contra la vida misma, contra las pérdidas, contra la adversidad, contra ese destino que más de una vez quiso dejarla fuera de combate. Hoy, a sus 23 años, sigue batallando. Ya no solo arriba del tatami, también en jaulas, en la calle, en oficinas de empresas buscando sponsors, en colectivos y trenes que la cruzan de un extremo a otro de Buenos Aires.

Nacida y criada en Morón, en el conurbano bonaerense, Ivana conoció el taekwondo gracias a su papá. Fue él quien la llevó por primera vez a una clase. Fue él quien la acompañó en sus primeros torneos. Fue él quien sembró la semilla de un amor que nunca dejó de crecer. “Mi papá era fanático de las artes marciales desde chiquito, pero nunca lo dejaron practicar deportes de contacto. Entonces él volcó eso en mí”, cuenta Ivana con un tono de voz nostálgico.

Fue entonces que, después de la muerte de su papá, Ivana sintió que tenía que seguir practicando como una forma de honrarlo. “Lo hacía por mí y por él. Era como un legado”, asegura en diálogo con Infobae

Durante años, el taekwondo fue puro esfuerzo y pasión. Compitió, sí, pero desde lo recreativo, sin imaginar que podría llegar más lejos. Pero algo cambió en 2018, cuando a los 16 años decidió que quería competir en serio. “Me di cuenta que si quería llegar a un Mundial tenía que salir de mi zona de confort. Empecé a moverme, a buscar otros maestros, a entrenar en otros lugares”, relata. Así fue como dejó su viejo club en Morón y recaló en la Academia BBG, en Caballito, bajo la tutela de Esteban Lafuente.

Ese mismo año vivió su primer torneo importante: el Panamericano en Brasil. Viajó sola con ayuda de sus padrinos, mientras que su hermana y su mamá no pudieron acompañarla por cuestiones económicas. Terminó tercera entre 45 competidoras. “Sentí que había fracasado, que los había defraudado. Con el tiempo entendí que perder también es parte del camino”, dice.

La empresa donde trabajaba y que también era su sponsor la despidió sin causa, sabiendo que estaba a punto de viajar: “Fue terrible. Ellos me pagaban todos los viajes, me bancaban la estadía, el aéreo, me apoyaron un montón, pero de un momento para el otro perdí mi trabajo, y con el trabajo mi sponsor”.

“Sabían que tenía la posibilidad de ir al mundial y me echaron un mes antes. Pedía la justificación y no me la daban ni me sabían explicar por qué. Tuve muchos problemas con mis compañeras mujeres por el hecho de que me hayan sponsoreado. Me han cortado mi ropa de taekwondo en el baño, a ese nivel”, se lamenta.

Sin tiempo para lamentos, 2024 la encontró explorando nuevos terrenos: la jaula.

Ivana firmó su primer contrato profesional y recibió dinero por hacer lo que la apasiona tras ser convocada por Kombat Taekwondo, una franquicia estadounidense que trajo una mezcla de taekwondo y MMA a Sudamérica.

Una nueva polémica terminó en derrota por fallo dividido. Incluso el propio dueño de la franquicia le dijo que había ganado. “Me sentí estafada. El presidente del evento me dijo: ‘Mis ojos te vieron ganadora, no se que vieron los jueces y no me pudieron explicar por qué perdiste’. Fue una decepción enorme. Yo le puse el alma y me cagaron”, admite.

Esa frustración la arrastró hasta la Copa del Mundo siguiente, donde no pudo rendir como esperaba. “No estaba enfocada, me pasaba las noches llorando. Fue un golpe que todavía no superé y lo trabajo en terapia”, agrega. Ahora, Ivana se prepara para volver a la jaula en Brasil. Su sponsor le pagó el pasaje de ida, ella cubrirá el de vuelta. Será su revancha personal, sin premios económicos de por medio, solo por el honor.

Su rutina es extenuante: de Morón a Pompeya, de ahí a Ramos Mejía, después a Caballito y finalmente a su casa. “Mi vida es el tren, el colectivo, el tatami. El tren es mi segunda casa”, dice entre risas.

Ivana sabe que el taekwondo ITF no es olímpico, que no hay becas, que no hay premios económicos, que todo sale del bolsillo. Por eso, aunque su corazón siempre pertenecerá al taekwondo, sueña con hacer carrera en la jaula. “El taekwondo me dio todo, pero ya no tiene más para darme. La jaula puede ser mi futuro, el lugar donde por fin pueda ganar algo de plata haciendo lo que amo. Hace mucho que estoy compitiendo en taekwondo y nunca me llegó un peso, no va a pasar ahora. Es la realidad”, confiesa.

“Quiero creer que mi viejo se siente recontra orgulloso de lo que hice hasta ahora en el deporte. Por suerte saqué todo de él, su amor por las artes marciales, su forma de ser, cómo encarar la vida, cómo afrontar las cosas que me pasan. Creo que perdí tanto y me levanté tantas veces como lo hizo él. Él estuvo dos años enfermo con su cáncer hasta que de un día para el otro la vida le dijo ‘basta’, se murió de mi mano. Lo fui a despedir, se murió de mi mano y creo que si estoy afrontando todo esto es gracias a él y a lo que me enseñó. Creo que el está muy orgulloso de mi y de hacer lo que me gusta y me encantaría claramente poder saberlo y que me lo dijera”.

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