20 de diciembre de 2025
Reforma laboral: entre el eterno loop de la CGT con sus protestas y un gobierno que arrincona al sindicalismo dialoguista

El proyecto oficial quedó atrapado en una extraña dinámica de dos partes que no pueden o no quieren negociar. El ejemplo de Mercado Libre descoloca a Camioneros y fortalece a Carga y Descarga
Este sindicalismo de hoy, obviamente, no es el de antes. El 45% de empleo informal hace que la CGT represente muchos menos trabajadores que antes. Y aun los que están bajo el paraguas cegetista tampoco son aquel “ejército” disciplinado y verticalista de los años 70. Muchísimos trabajadores que están afiliados a un sindicato no votaron al candidato que proponía su líder sino a alguien como Javier Milei, lejano al peronismo.
Sin capacidad de presión, sobre todo porque perdieron el inmenso poder de otra época, los gremialistas hacen lo que pueden. Si el lema que acuñó el prócer metalúrgico Augusto Timoteo Vandor fue “golpear para negociar”, y le resultó exitoso para alcanzar sus objetivos, el gremialismo actual no puede golpear ni negociar.Y no porque no quiera. Esta CGT que nació el 5 de octubre pasado tiene un sesgo más dialoguista que la anterior. Sobre todo porque no tiene ni rastros de Pablo Moyano, ese dirigente tan irreductible que terminó siendo apartado por su padre, líder del Sindicato de Camioneros.Javier Milei desaprovechó la oportunidad de fortalecer a sindicalistas de vocación dialoguista abriéndoles la puerta a una negociación sobre la reforma laboral (sin la simulación del consenso en el Consejo de Mayo) y, en cambio, convirtió en duros a los moderados y les dio más aire a los irreductibles del estilo de Pablo Moyano.
Pero el gremio que dirigen Daniel Vila y su hijo Gustavo resistió durante años el hostigamiento moyanista y en marzo pasado ganó la batalla en la Justicia, donde la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo ratificó la validez del convenio colectivo de trabajo, cuestionado por el gremio de Camioneros porque era “flexibilizador”.
Hoy, mientras Moyano acaba de firmar un bono de 35 mil pesos, el sindicato de los Vila acaba de lograr un bono de 410 mil pesos para los trabajadores de Mercado Libre, que tienen un sueldo inicial de 2,2 millones de pesos. Curiosamente, Milei arrinconó ahora a los sindicalistas más negociadores que predominan en la CGT aun sabiendo que quizás era mejor llegar a algún tipo de acuerdo. La lección que dejó la Ley Bases podría haber servido para que se corrigiera la estrategia actual: en aquel momento, el Gobierno terminó accediendo a eliminar 42 artículos del capítulo laboral de ese proyecto para poder garantizar la aprobación parlamentaria.La CGT lo festejó como un triunfo de su lobby entre los gobernadores, pero sólo ganó tiempo. Todavía se espera que la central obrera difunda la contrapropuesta de reforma laboral que dijo haber elaborado para negociar con el Gobierno. Aun así, haber ganado tiempo es importante: los sindicalistas confían en que, hasta que el proyecto llegue al recinto en el Senado, podrán eliminar o atenuar artículos que ponen en jaque su poder.
En el camino hacia la última versión de la reforma laboral, el ala política de la Casa Rosada aceptó sacar o suavizar algunos puntos de proyecto, aunque quedaron muchas propuestas que son indigeribles para el sindicalismo. ¿Fueron incluidas para ser sacrificadas en una negociación? Es la impresión que tiene la CGT.
El Gobierno se manejó de manera extraña ante la reforma laboral. Podría haber aprovechado su incidencia mediática para hacer campaña en favor de los artículos del proyecto que podrán mejorar la situación de los trabajadores. O, al revés, para castigar a la CGT exponiendo ante la sociedad cómo la cuota solidaria le saca una tajada del sueldo a los trabajadores sólo para engrosar las arcas del sindicato y a veces en una proporción elevada (desde septiembre, por ejemplo, SMATA recibe un 4% de la remuneración de cada trabajador del sector automotriz). Pero no hizo ninguna de esas dos cosas que podrían haberlo beneficiado.Ahora, se perfila una batalla contrarreloj entre dos partes que no pueden o no quieren negociar. Los que siguen esperando son los trabajadores informales, los formales y, sobre todo, los que no tienen trabajo.









