25 de marzo de 2025
Los secretos del Argentina-Brasil más épico de la historia: la perla de Maradona “en muletas”, el mito del bidón y el jugador “más temido”

El clásico sudamericano tendrá una nueva edición en el Monumental y buscará dejar su huella como aquel de los octavos de final del Mundial de Italia 90. Aquí, un repaso por los detalles conocidos y no tanto que lo hicieron único e inigualable
A pesar de contar con figuras de la talla de Careca, Muller, Valdo, Alemao y Dunga, el conjunto dirigido por Sebastiao Lazaroni nunca pudo quebrar la resistencia del campeón del mundo, que supo aguantar el embate y aprovechar, a nueve minutos del final, el chispazo de su líder y la definición del delantero surgido de River y que luego briló en Boca. En este caso, el candidato abdicó ante el guerrero herido, pero no vencido. Y quedó en la historia como uno de los golpes más grandes en la historia del clásico sudamericano.
Esa superioridad, además de crisparle los nervios, alumbró a la más ingeniosa charla técnica del Narigón en la historia. Sobre todo, por su escueto contenido. Ricardo Giusti supo ilustrarla. “El tipo se quedó callado durante 14 minutos… Cuando nos empezamos a levantar nos dice: ‘acuérdense que los de amarillo son los contrarios’. Eso solo nos dijo”.
¿No hay un ápice de exageración? ¿No es parte de un relato para alimentar la fábula? “Totalmente real. No lo dijo con bronca, pero sí firmemente para que lo entendieran y que salieran a jugar con el espíritu con el que jugaron el segundo tiempo, con esa calidad humana y futbolística”, confirma Mariani.Maradona y una de las páginas más gloriosas de su leyenda“A una semana del partido inaugural contra Camerún en Milán, uno de los sparrings le metió un planchazo y le arrancó la uña del dedo gordo del pie izquierdo. El doctor (Antonio) Dal Monte le colocó una fibra de carbono para que pudiera defenderse del roce. Además, antes de cada partido era infiltrado. Después, un tremendo foul contra el tobillo izquierdo lo dejó inflamado de una manera brutal. Justo ese tobillo que había padecido tanto con la lesión que le había producido años atrás Andoni Goicoetxea. Era como si a un gran pianista le hubieran dado un martillazo en la muñeca”, detalló minuciosamente Fernando Signorini, preparador físico personal de Diego Maradona, el estado físico del Diez para tamaño desafío.Si el Mundial del 86 fue el de la consagración, el de la metamorfosis en deidad deportiva, la Copa del Mundo de Italia 1990 resultó el Vía Crucis de Maradona. Sin una uña, con el tobillo deformado, se sostuvo en campo como faro para sus compañeros e imán para los rivales, con sacrificio y dolor, mucho dolor. Así y todo, logró guiar a Argentina hasta una nueva final, que perdió ante Alemania por el polémico penal de Sensini a Völler, que Andreas Brehme convirtió incluso ante la versión superman de Goyco.
A nueve minutos del epílogo, sin la frescura ni el cambio de ritmo habitual por su físico maltrecho, el Diez se despegó de la marca de Alemao, juntó a dos rivales y filtró la pelota para el pique del Hijo del Viento, que gambeteó al arquero Taffarel para firmar un pedazo de historia.Su presencia ante Brasil sólo se explicó a partir de su amor propio. Y su relato de la jugada del gol no hace más que confirmarlo: “De ahí en más todos los partidos me infiltraban y, en la medida que pasaban los días, peor se me ponía el tobillo. En el partido con Brasil, cuando le doy el pase a Cani, sentí un pinchazo tremendo. Yo me quedé tirado viendo cómo Cani hacía el gol y sentía un dolor infernal. Creo que me levanté de la alegría del gol, pero no sentía el tobillo”.
“Varias veces me junté con el doc y me dijo de no seguir jugando, que en el estado en el que estaba no se podía. Pero yo no iba a dejarlos solos a los muchachos. Ellos me demostraban en cada partido que dejaban la vida y como capitán no me iba a bajar. Por eso me infiltraban cada partido, me sacaban jeringas de líquido. Yo sentía como que me agarraban el tobillo con una tenaza y me lo retorcían. Solo no sentía dolor en los 90 minutos, porque lo único que me importaba era dejar todo en la cancha”, confesó.“Casi no me entrené en todo el Mundial por el dolor. No me ataba los cordones, en la concentración andaba en ojotas y las ganas que tenía fueron las que me hicieron llegar hasta el último partido”, describió. “Diego decía que jugaba aunque fuera en muletas. Hoy, los jugadores tienen un golpecito y no quieren jugar. Él era un adalid en ese aspecto”, refrenda Mariani el poder sobrenatural del ídolo para soportar y guiar.El bidón de la discordia
“Branco me dijo en el entretiempo que tomó agua de una botella del masajista argentino y que después no se sentía normal. No tenía cómo verificar la situación. Pidió un médico, lo examinó y estaba bien para continuar. Argentina no tenía necesidad de jugarnos sucio”, acusó, entre otros, Sebastiao Lazaroni, DT de aquel Scratch. “Galíndez, el masajista de Argentina, me dio algo para tomar. Y esto es una cosa que va a quedar en la historia del fútbol, porque yo tuve problemas serios. No sé qué preparación tenía aquel agua, porque después de que bebí comencé a quedar tonto”, acusó directamente Branco.
Todo aquel vodevil había quedado en un segundo plano hasta que el propio Maradona, en una entrevista en 2004, soltó: “El único que no llegaba era Branco. En la barrera me miraba y me decía: ‘Diego, vos tenés la culpa’. Cuando algunos fueron a tomar agua, casi la toma Olarticoechea. Yo le dije: ‘¡¡Noooo, Vascooo!! ¡De ese nooo!’. En cambio a Valdo le decía: ‘Andá, Valdito, tomá que hace un calor bárbaro’. Y después vino Branco y se la tomó toda... Luego Branco tiraba los tiros libres y se caía Alguien picó Rohypnol y se pudrió todo...”.Sin embargo, Galíndez siempre negó la artimaña. Incluso, horas después de aquella nota de Pelusa, brindó una improvisada conferencia de prensa en el hotel donde concentraba con San Lorenzo en Mar del Plata mientras trabajaba en la pretemporada para desmentir el paso de comedia de Diego que lo volvió a poner en el ojo de la tormenta.“Siempre ocurren y se dicen cosas en los grandes clásicos, ellos venían embalados, fue un golpe de gracia y les debe haber dado mucha bronca. Los brasileños se abrazaban y lloraban a lágrima partida, fue impresionante. Cuando terminó el partido, Diego se abrazó con Alemao, con Careca... Y ellos dos supieron aceptar la derrota”, le dio un cierre Mariani a una polémica perenne, casi tanto como aquel hito en la historia de los Mundiales.
“Al que respetaba... (Carlos) Mozer era un asesino. Era malo, malo de verdad, eh. El día que jugamos en Italia (octavos de final del Mundial 90, Argentina-Brasil), cuando vimos que estaba Mozer en el banco, dijimos ‘qué alegría’. Era un criminal, unos tapones así, el de los tapones más altos que vi. La boca con blanco acá (se tocó la comisura de los labios). Parecía a los perros, que los tenés así (atados) y después los soltás y salen como locos. Así era el guacho. Diego (Maradona) también me decía ese día: ‘Está Mozer en el banco’. Diego, que no le tenía miedo a nadie. Pero nos teníamos respeto”, contó Oscar Ruggeri hace unos meses.
Estuvo sentado en el banco de suplentes la tarde de la eliminación ante Argentina. Desde el sector de relevos, vio la gambeta de Maradona, su asistencia y la definición a máxima velocidad de Claudio Caniggia tras gambetear al arquero Taffarel, sin poder intervenir. Y su ausencia llegó cargada de sospechas.
“Aldair no jugó y, precisamente en el partido contra Argentina, pusieron a alguien que querían mostrar a los empresarios para luego negociar”, denunció en su momento. En aquel épico choque, estuvieron en la alineación titular Ricardo Rocha, Mauro Galvao y Ricardo Gomes, quien resultó expulsado.