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6 de octubre de 2025
El dilema del honor: ¿Debería José Luis Espert renunciar al Congreso?

En un panorama político plagado de escándalos, la reciente renuncia de José Luis Espert a su candidatura a diputado nacional debido a presuntos vínculos con el narcotráfico ha generado un intenso debate. Si bien ha renunciado a un rol político más importante, surgen interrogantes sobre su posición actual en el Congreso Nacional. Si existen pruebas contundentes para obligarlo a retirarse de la contienda electoral, ¿no debería también exigirle que renuncie al escaño que ocupa actualmente?
Por Ariel Alejandro Lareu Da Peña.
La idealización del término "Honorable" en relación con el Congreso a menudo parece una promesa vacía. Cuando los políticos se enfrentan a graves acusaciones que cuestionan su integridad, se cuestiona la esencia misma de lo que significa formar parte de una asamblea que se supone representa los valores y la ética de sus electores. Si Espert ya no puede mantener su candidatura debido a una presunta mala conducta, ¿cómo puede, de buena fe, continuar ejerciendo como miembro del Congreso?
El honor entre los políticos se ha convertido en un tema de amplio espectro, a menudo interpretado desde diversas perspectivas basadas en la conveniencia en lugar de en estándares morales o éticos consistentes. Muchos argumentan que ser considerado "Honorable" requiere transparencia, responsabilidad y un compromiso inquebrantable con el servicio al interés público por encima de las ambiciones personales. Cuando aspectos del pasado o del presente de una persona se someten a escrutinio, surge una pregunta crucial: ¿Tienen algún peso estos títulos autoimpuestos cuando las acciones de quienes los ostentan sugieren lo contrario?
Los políticos suelen invocar el manto del honor para generar confianza y credibilidad con los votantes. Sin embargo, al enfrentarse a una posible participación en actividades ilícitas, como el narcotráfico, esta noción se desmorona. La incapacidad de disociar la integridad personal del servicio público es preocupante y genera una crisis fundamental de confianza entre los electores. Los ciudadanos esperan que sus representantes actúen, como mínimo, con una ética discernible.
Consideremos las implicaciones de ocupar un cargo en el Congreso mientras se lidia con graves acusaciones. No solo socava el cuerpo legislativo, sino que también envía un mensaje preocupante a la ciudadanía. Esto sugiere que, incluso ante la evidencia sustancial de mala conducta, el juego político puede continuar, permitiendo que individuos se desenvuelvan en el sistema sin rendir cuentas. ¿Cómo se justifica entonces la existencia de cargos considerados "honrosos" si las acciones de quienes los ocupan son, en el mejor de los casos, cuestionables?
En última instancia, la expectativa no debería implicar simplemente renunciar a una candidatura, sino también extender ese principio a los cargos existentes dentro del gobierno. La situación de José Luis Espert sirve como prueba de fuego para la cultura política en general: ¿cumplirán los legisladores con los estándares que predican?
Para restaurar cierta semblanza de honor al Congreso Nacional argentino, quizá sea hora de que todas las figuras políticas acusadas de graves irregularidades reevalúen su posición. La percepción del honor en la política es crucial; sin ella, la confianza se erosiona y la eficacia de la gobernanza disminuye. Si no se priorizan las virtudes de la honestidad y la rendición de cuentas, el prestigioso título de "Honorable" se convertirá en una reliquia de una época pasada.