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27 de agosto de 2025

Jugó en Boca, fue compañero de Maradona, pasó por Europa y hoy es chofer: “Haber sido futbolista es mi mejor carta de presentación”

Sergio Zapatilla Sánchez también tuvo experiencias en Ferro, Banfield y Defensa y Justicia. Tras el retiro se desempeñó en la formación, pero hoy prioriza el tiempo con sus seres queridos: “Trabajo de lunes a viernes: sábado y domingo son para mí”

>-Disculpe, ¿usted es Zapatilla Sánchez?

Me pasa bastante. Por ahí sube uno y me dice: ‘¿Vos sos Zapatilla?’. Y empezamos a hablar. Es mi mejor carta de presentación, me ayuda. Cuando me conocen, les da confianza que haya sido futbolista y después ya se hacen clientes habituales. Y ya me pongo a disposición para hacer viajes más largos. Voy a la Costa Atlántica, al Interior, a Paraguay...”, se explaya Zapatilla, uno de esos apodos que desbancan al nombre de pila (Sergio) y quedan tatuados en la memoria de los fanáticos.

“Cuando jugué perdí muchas vivencias. Casamientos, cumpleaños, reuniones... Hoy prefiero dedicarle este tiempo a la familia, a los amigos... Vivo con mi viejo. Él está en la casa de adelante y yo atrás, en la misma casa que me construí a los 18 años. Me gusta manejar, hacer viajes largos. Cuando me llevan a Paraguay, de paso visito a gente conocida, por ahí me quedo una semana y me traigo cosas para vender, como celulares. Trabajo de lunes a viernes: sábado y domingo son para mí”, semblantea su actualidad.

El Xeneize fue la semilla de todo. “Yo estaba en la Sexta de Defensa. Vino un representante y me dijo que existía la chance de hacer una prueba en Boca. La 73 categoría de Boca era un equipazo, así que pensé que era mentira. Pero fui y me evaluaron durante una semana. En la última práctica, el técnico Ernesto Grillo me dijo que, si jugaba bien contra los titulares, me quedaba. Hice dos goles y quedé”, narra.

En ese camino hacia la élite nació el apodo que lo acompaña hasta hoy, gracias a una ocurrencia para superar un obstáculo. “Fuimos a jugar un torneo Sub 19 a Brasil, a la cancha del Palmeiras. Y ellos tenían el pasto bien alto, para que la pelota no corriera rápido. Nosotros no estábamos acostumbrados, usábamos botines con tapones y vivíamos acalambrados. Hasta que me aburrí y contra la Universidad Católica salí a jugar con zapatillas. Hice dos goles. Y desde ese día pasé a ser Zapatilla para todos”, relata.

Sergio Sánchez vivió un sueño. Día a día se entrenaba con figuras de la talla del Alberto José Márcico o Manteca Martínez. “Eran todos muy buenos con los jóvenes. Nos hablaban y aconsejaban. Nos preguntaban si teníamos novia, dónde y con quiénes vivíamos, si nos cuidábamos... El Beto era un crack, como Riquelme. Y estaban Giunta, Alejandro Mancuso...”, evoca.

“El Flaco, un fenómeno. Me dijo que jugara como en Reserva, sin miedo. Que encarara y que no pasara la pelota hacia atrás. Daba unas charlas increíbles. Tenía mucha paciencia y te daba seguridad y confianza. Tengo una anécdota con él. Un día se acercó y me preguntó cuánto ganaba. ’1200 dólares’, le contesté. ‘No, es poco. Yo a usted lo necesito libre de la cabeza, tranquilo’, me respondió. A los dos meses ganaba 2000. Yo no tuve que hacer nada. Fue mi papá en el fútbol”, confesó.

En Boca disputó 13 partidos y anotó un gol. Al año siguiente se fue a préstamo a Ferro. “Fue lo mejor. Ahí me hice jugador profesional, por lo que aprendí, por la experiencia. Hice dos goles, metí varios desbordes y asistencias, jugué siempre de titular. Guardo los mejores recuerdos”, puntualiza. En esa etapa se probó contra Boca en un 2-2 en La Bombonera. Y una entrevista post partido generó ruido.

Zapatilla reclamó ante los micrófonos mayor espacio para los juveniles en un Xeneize que estaba acostumbrado a sacudir los mercados de pases: “Cuando dije eso, salí en todos lados. Pero lo que dije era verdad. Había chicos buenos, que por ahí se iban libres o los daban a préstamo a la B y se terminaban sintiendo fracasados. Boca es difícil. Cuando estaba yo aparecieron Thami, John Jairo Tréllez, Ivo Basay...”.

Tras un año en Defensa (tuvo tres etapas) y un paso fructífero por Deportivo Quito le llegó la oportunidad en Europa. En tiempos de scouting, agentes y big data, su desembarco en el Viejo Continente parece surgir de una película en blanco y negro.

Tenía grabados mis goles en videocasete. Había un hombre de Varela que se dedicaba a casamientos y fiestas de 15 y me armó el resumen. Mi cuñado, Sergio Bustos, el ex jugador de Racing y Platense, jugó en Alemania y le habían preguntado si conocía un delantero para el Dreden, que estaba en Segunda División. Mandé el video y me citaron a una prueba. La plata era mucho más a la que ganaba acá”, subraya sobre una experiencia que recuerda con cariño.

En 2006, los botines dejaron de ser su medio de vida. “Estaba en Almirante Brown, con Giunta como técnico. Me desgarraba mucho y me di cuenta que no daba para más. Lo mío era la velocidad y ya no estaba. Lo habré pensado un mes y dije ‘no va más’”, enumera los pasos que lo llevaron a la decisión.

Aunque pase más tiempo al volante que en el césped, el fútbol sigue siendo parte de su esencia. “Voy a jugar, por ahí me invitan del Senior. Ahora tengo seis kilitos de más, pero me mantengo bien”, avisa. Va a la cancha a ver a Defensa y a Independiente, los clubes de su corazón; también a la Selección cuando juega en el país. Y cuando escucha la pregunta señalada en el auto, a sus espaldas, vuelve a picar como en sus mejores épocas, para asistir al Beto Márcico o al Manteca Martínez en Boca; o a Chaparrito y al Bocón Torres en Ferro.

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