OPINIÓN
28 de mayo de 2025
Tres empanadas

“…Incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría a veces, era un descontento que no servía para nada. Porque, por carecer de ideas generales, concentraban su instinto de rebeldía en quejas sobre minucias de la vida corriente”.
“1984”
George Orwell
Por Luis Giachino
Dicen que cuando un sabio señala la luna, los idiotas le miran el dedo.
El precio de la docena de empanadas ha sido el tema de estos últimos días. Redes y medios de comunicación nos han desbordado de comentarios y encuestas para saber cuál es el precio de la docena de carne cortada a cuchillo en la rotisería del barrio.
Atrás han quedado los accidentes en rutas abandonadas, la inseguridad, el sistema educativo o las carencias de la salud pública. Mucho más lejos, si los legisladores nacionales se sientan o no en sus bancas para atender las necesidades de los jubilados. Y muchísimo más atrás, dónde casi ni se ve, los temas internacionales, el comerciante, el productor, las tarifas, los impuestos, etc.
El valor de la docena de empanadas. Por ahí ha girado la gran discusión política.
Una empanada para el Ministro
El absurdo y el peligro de que terminemos siendo unos idiotas hablando de idioteces, nos acecha.
Porque ahora, el ministro Caputo nos invita a sacar los pocos ahorros en dólares que pueda tener quien todavía los tenga. Y eso que habíamos juntado para emprender un negocio, arreglar la casa o hacer un viaje, lo hemos venido manoteando para completar el mes que ya sentimos como de cincuenta y ocho días. Los ahorros se destinan a pagar el pasaje del colectivo, las tarifas o a arreglar el auto que ya pide cambio de jugador, pero va a tener que seguir andando. Mientras esto nos pasa, el ministerio de economía no puede explicar apropiadamente el último blanqueo. Porque va contra las mismas leyes del ministerio que lo ha lanzado. Y porque es una puerta de oro para el blanqueo de dineros, non sanctos, provenientes del narcotráfico, trata de personas, venta de armas u otras menudencias por el estilo. Fue el mismo presidente quien dijo que las narcomafias no son un tema que deba ser tenido en cuenta en este tipo de cosas. Y fue el FMI quien le dijo que, todo bien con el blanqueo. Pero se debe ajustar a la legislación internacional que intenta evitar el lavado de narco dólares y de dineros manchados de sangre.
El mismísimo Ministro de Economía de la Nación, el que no tiene respuestas para los industriales, los exportadores, los comerciantes y los productores, se puso a responderle a un consagrado actor que, en su osadía, no dijo lo maravilloso y sencillo que es vivir en Argentina. No. Dijo que la estamos pasando muy difícil, evidenciando que las medidas económicas no están dirigidas al bienestar de la mayoría de los argentinos. Van para otro lado. Y el ministro, en vez de dedicarse a lo que le compete, se dedica a discutir desde su situación de privilegio, con un actor. Con un ciudadano común que tiene la oportunidad que otros no, y la aprovecha. Y no habla de lo bien que le va a él. Habla desde la empatía.
No creo que este ministro, el Ministro de Economía de la Nación que intencionalmente habla del dedo cuando le señalan la luna, el que nos invita a sacar los dólares de debajo del colchón, comprenda qué es la empatía. El hombre es el mismo que nos endeuda para la grandeza futura. Es el mismo que mandó las reservas, en oro, del Banco Central a Inglaterra para garantizar préstamos. Es el mismo que tiene sus ahorros en paraísos fiscales y su justificación es que no es delito.
No es delito. Es falta de ética. Exigir a la gente sacrificios para sobrellevar las políticas económicas que él mismo nos impone, y, al mismo tiempo, proteger sus fondos dejándolos en bancos del exterior, no es el mensaje más alentador que nos estaría dando el ministro.
Ya tenemos dos cosas que el ministro desconoce. La empatía y la ética.
…y otra empanadita para el Presidente
Son los tiempos que corren. El Presidente, en un día Patrio, rompe protocolos y en vez de vestir acorde a la oportunidad y a los atributos otorgados por el voto popular, decide ir en zapatillas al acto más solemne de nuestra propia emancipación. Ha devaluado el respeto a la fecha. Ni una escarapela.
El recientemente declarado “Granadero Honorario”, quiso que le hicieran un uniforme. Porque para qué se tiene poder, si no es para cumplir los deseos propios. Parece que alguien dijo que no. Y si no se pueden cumplir, se hace berrinche y no me pongo zapatos ni escarapela, na banda presidencial, ni nada alusivo a la fecha.
El berrinche pasó a mayores. Fue como un pataleo tirado en el piso de la Catedral Metropolitana. Porque no saludó a los enemigos. Y los enemigos no son la izquierda marxista, la socialdemocracia, el peronismo, el Kirchnerismo, o lo que sea que mire raro y de costado. Los enemigos los ve en su propio sector. “Roma no paga traidores”, dijo. Y frente a las cámaras, frente a todos los presentes, no saludó a la Vicepresidente ni al Jefe de Gobierno Porteño que quedó con la mano estirada.
Como en el caso $libra, no actúa como presidente. Se comporta como un ciudadano que carece de responsabilidades institucionales. Carece de capacidad para comprender el valor simbólico de los actos. No entiende que dejó de ser un ciudadano más y, ahora, es presidente las 24 hs de todos los días desde el momento en que asumió, hasta el momento en que entregué el bastón de mando.
Una más, antes de que se enfríen
“Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad
Viajan de incógnito en autos blindados
A sembrar calumnias y a mentir con naturalidad
A colgar en las escuelas su retrato”
Eso cantaba Serrat en los tempranos 80, para referirse a esta clase de gente, rodeada de alcahuetes, cómplices y chupamedias, que, aunque no haga un gol, los aduladores le festejan los córners.
Esa es su escala de valores para diferenciar entre lealtades y traiciones.
Si Roma paga o no paga traidores, sería demasiado largo de explicar. El periodista Longobardi, se tomó el tiempo y lo hizo con una paciencia que algunos ya perdimos.
Soberbio, maleducado, despreciativo, irrespetuoso. Prefiere el escándalo a la prudencia y lo berreta a la sobriedad. Por lo visto, ser educado, comprensivo, ser el mejor de todos nosotros, por el solo hecho de que es el presidente de todos, el que está por sobre los problemas domésticos, el que marca el rumbo, no está en sus planes.
Ser la piedra angular de una Nación que debemos crear entre todos, parece que tampoco.
Pero, acá estamos. Viendo cuál sería el precio justo para la docena de empanadas.
Luis Giachino