26 de mayo de 2025
De la insólita lesión de Maradona a la agónica clasificación: a 40 años del inicio del duro camino a México 86

Cuatro décadas atrás se iniciaron unas sufridas Eliminatorias que llevaron al equipo de Bilardo al Mundial que terminaría ganando. El recuerdo de esos días
El doctor llevaba dos años en el cargo con 24 partidos disputados y un rendimiento de 7 triunfos, 11 empates y 6 derrotas. Más allá de los números que dan un contexto, escasas habían sido las ocasiones donde el equipo rindió a la altura de lo esperado, con su punto más alto en la exitosa gira por Europa del año anterior, con el memorable triunfo ante Alemania en Dusseldorf por 3-1.
Para estos dos últimos, disputados en el estadio Monumental, habían llegado desde Italia dos jugadores decisivos, que no actuaban con la camiseta celeste y blanca desde España ’82. Diego Maradona y Daniel Passarella, no exentos de la polémica desatada en torno a la capitanía, que Bilardo le había otorgado al 10 relegando al Kaiser. Pero para ellos ese tema no era (aún) un problema, porque se mostraban dentro y fuera de la cancha, tan amigos como lo eran desde varios años atrás.
De allí en micro hacia San Cristóbal, la ciudad del partido. Al bajar, se produjo una situación insólita, como recordó Diego en sus memorias: “Apenas llegamos se armó un tumulto bárbaro. Salí del micro y empecé a caminar rumbo al hotel El Tama. La cosa es que un loco me salió al cruce y me metió tal patada en la rodilla derecha, que ni el tano Gentile lo hubiera hecho mejor. ¡Me mató! Entré rengueando al hotel, con el doctor Raúl Madero corriéndome de atrás y todo el mundo asustado. ¡Me habían arruinado el menisco! La noche previa al partido la pasé con hielo en la rodilla derecha tirado en la cama. No me dormí como hasta las cinco de la mañana. Al principio parecía una pavada, pero después se fue agravando”.
Han transcurrido 40 años y parece de fábula que en una instancia así, un futbolista, máxime en el caso de Maradona, caminase solo desde el micro hasta el hotel, sin custodia ni seguridad a su alrededor. No fue fácil para Diego, que repasó las consecuencias de estas manera: “El dolor lo arrastré durante la eliminatoria y todos me decían que tenía que operarme y que eso me iba a demandar una larga recuperación. Resolví llamar al doctor Oliva, quien me había ayudado después de la patada que me dio Goicoetxea en el ’83. Apenas me vio, dijo: ‘Vos no te operás’. Le hice caso, pero el dolor era tan grande, que no podía estirar la pierna. La solución llegó en un partido amistoso, un tiempo después de terminar las eliminatorias. Allí fue cuando Oliva me infiltró, pero yo seguía sintiendo la rodilla enganchada. Iban como 10 minutos, giré a buscar una pelota y sentí que me explotaba la zona. Lo miré desesperado al doctor, con un dolor tremendo y me respondió: ‘Bien. Era lo que esperaba’. Pensé que estaba loco. Me infiltró de nuevo, dentro de la cancha y a partir de ahí todo volvió a la normalidad”.Argentina era amplio favorito frente a la selección más débil del continente. Bilardo dispuso que la formación fuese con Fillol; Clausen, Trossero, Passarella, Garré; Ponce, Russo, Burruchaga; Maradona, Pasculli y Gareca. En la segunda parte ingresaron Márcico y Valdano, quien no actuaba oficialmente en el cuadro nacional desde el Mundial de España.Cuando se llevaban disputados diez minutos del complemento, tras un centro de Burruchaga, Maradona apareció de sorpresa en el área y con un perfecto cabezazo estiró las distancias en el marcador. Parecía que era el momento indicado para que el equipo se soltase e intentase algo más. Una vez más no pudo ser, porque 120 segundos más tarde, Márquez, de cabeza, descontó en una increíble desatención defensiva que le habrá dejado varias noches de insomnio a Bilardo… Ese fue el resultado final. Diego en su biografía lo describió a la perfección: “Cada vez que pienso en esa tarde, en el dolor de la rodilla y el trámite del partido, digo ahora ‘maldito partido’ (risas). Nos costó mucho ganarlo, porque fue bien al estilo nuestro: 3-2 y pidiendo la hora”.
De esa manera, convulsionada y dispar, pero con una victoria se inició el camino hacia México ‘86. Las palabras del doctor se hicieron realidad, porque siete días más tarde, en El Campín de Bogotá la historia fue distinta, ya que el rival elevó la vara. Y la selección disputó su mejor partido de esa eliminatoria, imponiéndose por 3-1 con dos goles del siempre certero Pedro Pasculli y el restante de Burruchaga.
Luego llegaron dos triunfos en el estadio Monumental. Frente a Venezuela fue 3-0. En el primer tiempo Miguel Ángel Russo anotó su único gol con la camiseta de la selección. Los dos restantes, marcados por Clausen y Maradona, llegaron en los minutos finales, como muestra de otra tarde opaca. Una semana después, fue victoria por la mínima ante Colombia con un certero cabezazo de Jorge Valdano. Eran tiempos convulsionados en la sociedad argentina: apenas 48 horas antes se había lazando el plan Austral, comenzando una nueva era, con cambio de moneda incluida, como respuesta a una nueva crisis económica.Argentina tenía puntaje ideal. No había demostrado grandes virtudes, pero la tabla le devolvía una situación inmejorable. Le bastaba con sacar un punto en cualquiera de los dos partidos ante Perú, para sellar la clasificación. Que iba a costar sangre, sudor, lágrimas y muchísimo sufrimiento.
La historia de Lima es conocida por aquella marca insólita de Reyna sobre Maradona, siguiéndolo incluso cuando el 10 salió del campo a cambiarse los botines. Un absurdo sin igual. Pero en el plano futbolístico, Perú hizo pesar la localía y sus buenas individualidades para ganar con justicia por 1-0 y estirar siete días más la definición, quedando solo a un punto.Aquel lluvioso domingo 30 de junio la tensión se palpaba en cada rincón del país. Si bien habían pasado 16 años, aún estaba fresco el antecedente de la eliminatoria para el otro Mundial disputado en México, cuando fue el elenco peruano el que dejó a Argentina con las manos vacías.A los 12 minutos, Argentina se puso en ventaja con gol de Pedro Pasculi. Pero nada más lejano que la tranquilidad, para un equipo que parecía haber nacido para sufrir. A los 23, Cueto envió un centro pasado, Uribe la bajó y Velázquez convirtió el empate dentro de área chica. Sobre los 39 consiguió el segundo tanto: Cueto habilitó a Barbadillo, quien dejó en el camino a Fillol y estampó en la red un frío monumental…
El enorme Pato Fillol evitó el tercero y a falta de 10 minutos se pudo soltar el grito. Burruchaga tomó un rebote a la salida de un córner y cruzó el balón de izquierda a derecha, por donde ingresaba Passarella, quien lanzó un derechazo que venció la resistencia del arquero. La pelota dio en el palo y allí ingresó Gareca para enviarla al fondo de la red.